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«Soy un hombre de clase media enfrentado a los infinitos del universo», dice uno de los personajes de estos relatos de Carlos Herrero que perfectamente podría representarle a él. Porque infinitos del universo son el amor, la enfermedad, la salud, el sexo, los cuidados, la paternidad, Internet, el trabajo, el dinero, el sobrepeso, la felicidad (o más bien la búsqueda de la felicidad), a los que él interroga en estas once historias que se leen entre risas que tienen poca gracia.
Su mundo es el de los perdedores de una sociedad opulenta. Sus Dafnes, Lulis, Sandras, Rodolfos o Julios tienen cosas, tienen hasta neveras tan estupendas que se podría vivir en ellas, pero sus expectativas van muy por delante de sus logros. Son las nuevas clases, los que no llegan ni a mileuristas. Gente muy común, buena gente que sueña con miles de euros, pero que claudicaría por un poco de amor y se conformaría sólo con la salud, porque la salud, o mas bien su reverso, la enfermedad, protagonizan muchas de estas páginas. Esas cosas feas que también nos resistimos a ver, como la sangre y la mierda que forman el día a día de muchas gentes que no suelen protagonizar relatos, que sólo protagonizan, y no siempre, sus propias vidas. Carlos Herrero les ha puesto a pensar en voz alta y ellos hablan de todo, de follar y de comer, de las difíciles relaciones entre padres e hijos y del futuro, del ocio y de los videojuegos, de los chats y de pollas y coños, de todo lo que hay por ahí.
Pero siempre con su puntito de ternura, porque si algo define estas muy especiales e insólitas once historias de amor es el profundo cariño que el autor siente por sus humanas criaturas.
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