¿Por qué me has tirado la cerveza y me has apagado la tele? ¿Es que te has vuelto loca?
No, querido, al menos que yo sepa. Solamente me adelanto a tus deseos. Respeto tu decisión. ¿No me has dicho que cuando seas un vegetal permita que te desenchufen de la máquina, y que no consienta que te alimenten con líquidos nocivos? Pues eso es lo que he hecho.
De lo que se deduce que en estas cosas tan simples es donde realmente se demuestra el amor.
Las editoriales (especialmente universitarias y norteamericanas) sobreabundan en títulos sobre la masculinidad hodierna o pasada, levantando acta del ansia que nace de esta confusión en la que está sumido el macho de la especie en tanto éste asume su nuevo lugar en el mundo, si es que lo tiene (lo tenemos). Sobre esto se interrogan también estos cuentos de El varón desenfocado, a su modo un ubi sunt. Sin brújula, en el laberinto, ¿adónde camina el varón? Y, dónde está, dónde.
del prólogo de Antonio Rivero Taravillo.
|