Bien mirado, me habré pasado la vida yendo a la contra. Como un adolescente. Primero, el trocito final del franquismo. Luego, el nacionalismo. Sólo aquellos años insólitos de la Transición habrán quedado allí como un exponente de que la política catalana puede gestionarse de otro modo. En los últimos tiempos, a raíz de la creación de Ciutadans de Catalunya, me he encontrado a menudo discutiendo con algún amigo si la estrategia frentista era o no la más adecuada. Es decir, si se podía ser sólo «anti» o si también era necesario que una propuesta política, la que fuese, tuviera unos contenidos propios, al margen de la oposición a los principios ideológicos que se pretendía combatir. Y en esta clase de discusiones he creído siempre que la primera opción era la buena. No porque la otra no fuera conveniente y necesaria, sino, simplemente, porque no era prioritaria.
Pericay logra el tour de force de convertir método filológico en estilo narrativo, en un gesto que no deja de evocar el que condujo a Proust de sus ensayos y crónicas al definitivo salto de la Recherche.
Ana Nuño
Un libro magníficamente escrito, interesante e inteligente, lleno de ideas…
Lluís Maria Todó
De Filologia catalana emerge un personaje sensible, culturalmente sofisticado y políticamente complejo.
Albert Branchadell
Uno de los mejores libros de memorias que se escribirán en el (…) siglo.
José García Domínguez
Un libro valiente, convincente y honrado, que hay que tener en cuenta.
Laura Freixas
Un libro lleno de humor, la némesis del nacionalismo.
Gabriel Tortella
Escrito con prosa modélica, injertado de pugnaz ensayismo, permanentemente belicoso con el modelo cultural de los gobiernos de Jordi Pujol (modelo asumido después por el nacionalprogresismo).
Jordi Amat
|