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En 1939 muchos intelectuales alemanes se encuentran exiliados en la costa del sur de Francia, donde forman una pequeña colonia de refugiados antifascistas que huyeron del régimen de Hitler. Son apátridas, expoliados de su nacionalidad, sin papeles y sin posibilidad alguna de acogida en otros países. Cuando Francia declara finalmente la guerra a Alemania, todos los refugiados son internados en campos de concentración. Walter Hasenclever y muchos de sus amigos son enviados al campo de Fort Carré, en Antibes. Olvidados, escrita entre la liberación del autor de Fort Carré y su nuevo y definitivo internamiento en el campo de Les Milles, describe, en el estilo expresionista, seco y descarnado que caracterizó a los de su generación, el microcosmos de un mundo cerrado, cargado de malos presagios, donde los personajes, despojados de todo contacto con la realidad, descubren la generosidad y la miseria del hombre enfrentado a la incertidumbre de su destino.
Olvidados es un documento valioso y estremecedor. Aunque Hasenclever intenta por todos los medios despojar su escritura de patetismo, el lector cuenta con un dato que condiciona la lectura. Sabe que Hasenclever se vio obligado a quitarse la vida ante la inminencia de su traslado y el de sus compañeros a los campos de exterminio. La Historia ha dado respuestas a las preguntas y las dudas que se plantean los personajes de la novela. Sus previsiones más pesimistas se vieron ampliamente superadas por el alcance del genocidio nazi. Sin embargo, Olvidados no cuenta sólo la historia de unos hombres despojados de sus raíces, de su nacionalidad y de sus derechos, condenados sin juicio y sin posible apelación. Es también el testimonio de una actitud de dignidad mantenida incluso en las condiciones más extremas. En su lucha contra el desaliento los olvidados buscan respuestas, hablan del presente y el futuro de Francia y Alemania, de las razones últimas de la guerra, del antisemitismo, del nazismo. Y en todas las conversaciones, en todos los diálogos aparece siempre una pregunta sin respuesta: ¿Qué será de nosotros?
Hasenclever nunca quiso que lo identificaran con los medios literarios del exilio. «No tengo prisa; mi hora llegará cuando se haya agotado la llamada literatura de emigrantes», escribió en 1936. Tal vez ha llegado la hora de leer a Hasenclever. Precisamente porque fue un gran cronista del exilio. Paradójicamente, porque la «literatura de emigrantes» no se ha agotado: otras son las causas y otros los «papeles», pero millones de olvidados siguen llamando a las entornadas puertas de la fortaleza que defiende nuestros derechos.
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