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Quiero explicarte a ti aquello que no le conté a nadie, porque precisamente fue en ti sobre quien cayó el castigo por una acción en la que nada tuviste que ver. Mañana por la noche saldré hacia el sur, porque allí encuentro lo más cercano al paisaje de mis ensueños. El sol, un maravilloso templo pagano donde recobrar la religión de los míos, y ese ambiente donde está viva aún la cultura de la que vengo. No quiero ir más lejos. Ya soy casi anciana y no puedo concebir grandes planes. Me imagino sentada en un patio florido, con mucha luz, y yo con los ojos cerrados. Allí se me aparecen diminutas escenas de otras vidas. Y las recorro despacio, sintiéndome bien conmigo misma, porque los dioses me concedieron ese don. Luego quiero, simplemente, que al retornar de mi viaje interior y abrir los ojos, todo se encuentre en perfecta armonía conmigo misma. Porque habré logrado rodearme sólo de lo necesario para sentirme cómoda, lo necesario que yo haya elegido: mis flores, el aroma del limón, las paredes de piedra, mi sillón.
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