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En los primeros años de la década de los cincuenta, Quirino Sandoval, joven barbero del barrio de Luyano, se ve obligado a tomar el camino del exilio (del primer exilio) hacia otros barrios menos conflictivos. Recala en la calle Veintitrés, cerca del cementerio. Allí encuentra trabajo en una antigua barbería regentada por la vieja matriarca Trina, acostumbrada por la falta de hombres a llevar las riendas de su negocio y su familia. Encuentra también amor, nocturno y clandestino, de la mano de la rotunda hija Trinita, y la amistad y la camaradería del nieto, Crisanto, empeñado en pulir su imagen y «desasnarlo».
Mientras Quirino se entrega a un proceso de desarrollo personal que le abrirá las puertas de los ambientes de los «barrios altos» y del definitivo amor, Cuba parece entrar en el proceso inverso. La corrupción y la degradación de la vida social propician la aparición una oposición popular, en algunos casos armada y violenta.
Al cabo de cuarenta años, desde su definitivo exilio en Miami, Quirino repasa emocionado sus logros: la familia, el amor, su victoria por mantenerse en la dignidad de su oficio de barbero, pero también sus pérdidas. «Mis hijos pertenecen a otra cultura y se ríen del pobre Ocambo cuando aseguro que todo lo de allá era mejor, desde el sabor de los mangos al color del cielo. Aunque ya no queden ni mangos ni cielo azul en la patria de Liborio… creo.»
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