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Como todos colman el recuerdo con alguna dulzura, es preciso entrar en las suposiciones, buscando el artificio, y dar al Teniente lo que no tuvo, la prima de las novelas y también de la vida, que trae fresco olor de membrillo. Pero la historia no estará aquí: se la ha de buscar en el índice de alguna novela romántica y así tendremos que unas manos blancas acariciaron unos cabellos rubios y que el propietario de estos cabellos sentía crecer la malicia desde el cuero cabelludo, malicia soñolienta. Este supuesto recuerdo, que debe estar en los arcones de cada hombre, hace suspirar al Teniente.
Siempre ha suscitado mayor atención el perfil anecdótico de los personajes de Palacio, seres extraños o marginales que desatan el escarnio público por su excentricidad. Algunos de los temas de estos cuentos son la antropofagia, la homosexualidad, la brujería, la histeria o la malformación siamesa que Ambroise Paré habría acogido, ávido, en su catálogo de monstruos y prodigios. (del prólogo de Leonardo Valencia) |
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